DEL CAMPO AL PLATO ( I )

El Toro Bravo

Es una raza única en el mundo, creada por los ganaderos españoles para protagonizar la Fiesta. Su origen está en el buey de labranza y en el vacuno para carne, que existían agrupados en ganaderías, al menos, desde la Edad Media y que pastaban libremente en dehesas de donde eran seleccionados los más fieros para soltarlos en las calles dentro de unos festejos populares que eran organizados por los carniceros, pues al fin y al cabo los toros que se corrían en las fiestas estaban destinados al consumo humano; lo que quiere decir que dentro de esas manadas de bueyes y de animales de engorde -descendientes del uro o no-, se elegían a los que tenían ese punto de acometividad y fiereza de más para correrlos por las calles para diversión de un público que disfrutaba con los alardes y destrezas de sus mozos.

Y así vino sucediendo durante siglos, hasta que llegado el siglo XVIII surgió el toreo a pie y los ganaderos boyares comenzaron a seleccionar a los ejemplares de mayor acometividad para torearlos en las plazas y, de esta manera, obtener mayores réditos económicos que los percibidos cuando vendían sus ejemplares simplemente como carne, surgiendo, como consecuencia, las ganaderías de bravo, al especializarse los propietarios que tenían bueyes y vacas de engorde, y que a su vez solían ser propietarios de grandes extensiones de cultivo agrícola, en un nuevo producto ganadero. De esa selección saldrán, con el tiempo, las castas fundacionales: Navarra, Jijona, Cabrera, Gallardo, Vazqueña y Vistahermosa, de donde arrancan todas las ganaderías existentes en todo el mundo en la actualidad.

Por todo ello, la cría de ganado de lidia es consecuencia de la producción artesanal que han mantenido los ganaderos de bravo durante siglos y de una elección minuciosa de machos y hembras en busca de su bravura. Para ello, el toro es criado en  grandes dehesas y en estado de semilibertad, siendo seleccionado genéticamente para la participación en espectáculos taurinos.