Esta mañana, de regreso a Zaragoza, me han comunicado el fallecimiento de Sebastián Bolea y, aún a sabiendas de que su estado de salud era delicado, la noticia de su pérdida definitiva me ha caído como un jarro de agua fría y, a partir de ahí, volante en mano, se me han ido mezclando recuerdos de los momentos vividos con Sebastián: En el tendido de la plaza de toros, con quien intercambiaba opiniones frecuentemente, en actos de contenido taurino o en una mesa del Bianco, donde los últimos mohicanos de la Peña del Carmen se reúnen para ver los toros y a los cuales me sumo siempre que puedo.
Otra imagen de Sebastián se centra en el palco de La Misericordia como Asesor de la Presidencia, mirando a los amigos sin expresión alguna pero diciéndolo todo cuando la polémica se instalaba en los tendidos, pues Sebastián era un tipo educado, bien vestido, elegante y sobre todo respetuoso con los demás como buen aficionado a los toros que era, y se ha marchado sin poderme despedirme de él, aunque siempre preguntaba por su enfermedad a los que tenía más cerca.
Hoy te has ido de este mundo Sebastián, pero en el otro, si existe, nos veremos en los toros. Hasta siempre amigo.