Ha sido en Peñaflor de Gállego, en una tertulia en la que se encontraba acartelado junto a Jesús Cobaleda, ganadero de Barcial, con la exquisita moderación de Ángel Solís.
A decir verdad el coloquio se ha tramitado con oficio pero sin más. Barcial y Frascuelo son parte de la reserva india del toro y todo han sido lamentos sobre la situación actual de la fiesta, donde ellos y gente como ellos no pueden transpasar las murallas que levantan los lobbys de toreros, ganaderos y empresarios. La mafia del toro.
Además los aficionados le han dado demasiada capa a la tarde robándoles muletazos a los invitados que venían desde muy lejos. Casi dos horas volviendo la burra al trigo. Obviedades en trasteos largos y farragosos hasta que ha finalizado el evento y ahí ha venido lo grande pues Frascuelo ha sido saludado por Alberto Alcalá, un novillero de la tierra que aprende el oficio en la Escuela de El Juli y el veterano diestro ha estado cariñoso con el chaval, le ha abierto su corazón y se ha sentido torero. El maestro hablaba y el discípulo escuchaba, mientras cuatro personas más asistíamos a un acto litúrgico en pleno silencio. Frascuelo no ha podido estar más cercano ni más sincero: "Si delante de una becerra te sientes a gusto, continúa; pero si ahora de novillero te cuesta trabajo es mejor que lo pienses".
Daba gusto verlo "torear" con esas manos desnudas, tan grandes, y esos ojillos tan pequeños pero que dicen tantas cosas. Y ahí se ha venido arriba el maestro adquiriendo una dimensión humana de enormes proporciones mientras Alberto escuchaba con respeto lo que será posiblemente una de las lecciones más importantes que recibirá en su vida de lo que es ser y sentirse torero.
Y así hemos estado casi una hora más. Sesenta minutos inolvidables vividos y sentidos junto a un torero al que no ponen las empresas, al que solo se ve en tentaderos, el último de una generación que ya es historia, el maestro al que por derecho propio deberían dejarle un hueco en todas las ferias para que el aficionado, el que empieza en la profesión y hasta los mismos profesionales conocieran cómo se toreaba en otro tiempo, al que la basura de tinglado taurino montado actualmente no deja vestirse de torero.
Sobrecoge escucharlo cuando habla, ver que tiene la ilusión intacta a pesar de tanta cornada seca en los despachos y no poder hacer nada que no sea reivindicar su toreo, su idealismo, su utopía: "Me gustaría que hubiera un sorteo entre los toreros contratados para confeccionar los carteles y otro para ver a qué ganadería se enfrentaban".
Esta tarde he sentido vergüenza cuando le he escuchado decir, con amargura, que no había toreado en Zaragoza como matador y he recordado los carteles que tenemos anunciados para el mes que viene en La Misericordia, pero esta cantinela no viene de ahora pues el año pasado fue igual, y el otro y el de más atrás. No hay empresarios aficionados si no es a engordar su cuenta corriente y el toreo se muere. Podremos echarle la culpa a la Administración, a los antitaurinos, a la crisis o a las nuevas modas, pero lo cierto es que la Fiesta está tocada porque si no fuera así, toreros como Frascuelo estarían en el lugar que les corresponde y que además pide el aficionado.