Ayer se lidió en Madrid un encierro de Escolar Gil, procedencia Albaserrada, vía Victorino Martín, que es la porción de ganado conformada básicamente con el núcleo original del Marqués de Saltillo, conducto Salvador Varea y Picavea de Lesaca, que el Conde de Santa Coloma cedió a su hermano el Marqués de Albaserrada.
Desde el punto de vista del aficionado al toro, todo lo de Albaserrada constituye una especie de reserva de pureza antigua mezclada con una autenticidad que supuestamente ha perdido el toro que ahora conocemos como comercial. Son ejemplares duros de patas, preciosos de lámina para verlos en el campo o en el tendido, objeto de culto para quien, hastiado de tanto embuste, busca los orígenes genéticos de lo que en su día fue el toro bravo.
Esto de Escolar tiene gran predicamento en las plazas francesa más toristas como Ceret, por ejemplo, donde gustan de contemplar al toro de estas características luciendo en el caballo su bravura ejecutando el tercio de varas como mandan los cánones aunque sea en detrimento de su matador, quien deberá compartir su gloria en el ruedo con su oponente.
Pero estos toros, aplaudidos de salida habitualmente gracias a su trapío, encornadura, belleza y singularidad, con su hocico alargado, su pelo cárdeno, sus astas con las puntas vueltas y sus ojos saltones, demostraron en Madrid serios problemas que no deberían ser del gusto del aficionado actual, puesto que lo de Escolar Gil de ayer en Las Ventas no se puede torear o no se puede torear como se hace en la actualidad. Son ejemplares de enorme trapío y cornamenta que van muy justos de casta y además se orientan enseguida, lo que implica que sus matadores se tengan que jugar la vida, de verdad, a sabiendas de que si están muy bien pueden cortar una oreja y repetirán en otra corrida de estas características ¡Que vaya premio! y si no es así se les pitará o abandonarán la plaza vía enfermería.
A mí la corrida de Escolar Gil me pareció preciosa de lámina, pero me dio la impresión de que no se podía torear aunque sí lidiar, algo a lo que no están acostumbrados ni espadas ni público. Es más, pienso que esto de Santa Coloma mucho ha tenido que cambiar en juego y casta, pues dudo que maestros de antaño y figuras del toreo como Paco Camino, experto en este encaste, fuesen capaces de anunciarse dos tardes seguidas con ejemplares así.
A pesar de todo, los ganaderos y aficionados más toristas defienden esta clase de corridas apelando a la esencia de lo taurino, pero yo creo que este tipo de toro serviría únicamente en los tiempos de Fuentes y El Espartero, donde tras dos series de muletazos de “preparación”, como mucho, montaban el estoque para dar cuenta de su enemigo, siendo mayor el mérito del espada cuanto menor era el tiempo de lidia. Ahora, cuando el matador quiere torear a estos ejemplares de la misma manera que a otro tipo de toros, le resulta una empresa imposible por las características de los astados, que se revuelven en un palmo de terreno y cazan moscas con ambos pitones en busca de femorales y músculos vastos internos.
Después de lo dicho el camino termina en una encrucijada. ¿Qué sendero seguir? Pienso que el que apueste por la seriedad en la presentación, que ese ya es conocido, y por la casta. Estos toros necesitan altas dosis de bravura para desarrollar la fijeza y la nobleza que les falta y que se puedan torear abandonando las malas intenciones, pues si no es así, para ver únicamente imágenes antiguas ya están las estampas de La Lidia.
Fotos de arriba a abajo: Marqués de Saltillo, Marqués de Albaserrada y Conde de Santa Coloma (Del blog Saccus Tauri)