Esta mañana me he enterado de que te has ido, en silencio, como pasabas las horas durante estos últimos años en los que las cosas se torcieron.
Te veía poco últimamente pero no por eso me ha dejado de doler menos tu marcha. Contigo compartí muchas tardes de toros, tú me llevabas a tus programas de radio y me invitabas a esas tertulias que nadie como tú sabía organizar. A ti te leía las crónicas después de los festejos y muchas de ellas las guardo porque son auténticos compendios de tauromaquia. Y contigo aprendí, como dice el bolero, a ver los toros desde la pasión y la ilusión.
Eras un clásico en nuestras plazas de toros, con tu gorra tan taurina, tus gafas, tu barba blanca, tu anillo de oro, tu libreta y la cámara de fotos que tantas veces utilizabas para fotografiar a los amigos que al día siguiente buscabas para regalarnos una copia en papel porque lo digital era poco torero.
Te recuerdo también por Ateca, donde venías a ver los festejos en fiestas, y tantas y tantas veces a la Peña Taurina para hablar de toros con los aficionados locales y de la cual creo que fuiste hasta socio.
Ahora ya no estás. Hace tiempo que no estabas estando, pero tu obra ahí queda. Tu familia y tus amigos te guardaremos una silla libre porque siempre tendrás un hueco entre nosotros. No obstante, conociéndote, no habrá que dejar de sintonizar nuevas emisoras de radio o de comprar los periódicos taurinos más actuales, porque cuando llegues al lugar donde te esperan Díaz Cañabate, Don Indalecio y Corrochano, seguro que te juntas con ellos y hasta nos das una sorpresa.
Hasta siempre amigo Jesús, ojala que haya toros en el cielo.