Ava Gardner en La Misericordia de Zaragoza |
Estos días de invierno son duros para el aficionado. No hay toros. No pasa nada. Se habla de temas coñazo. De adjudicaciones de plazas de toros, de confección de próximos carteles, de televisiones, de chismes del toreo. Pero no hay toros y estamos como que nos falta algo. Y es verdad, no tenemos de casi nada. Empresarios y toreros disputan por llevarse la viruta y a los ganaderos, digo ganaderos y no criadores de toros, no les hace caso "naide". La Fiesta está prisionera en las cárceles de los taurinos y el aficionado se remueve en su asiento sin poder hacer nada. Emprendemos campañas de recogidas de firmas y queremos declarar Bien de Interés Cultural a todo aquello que tenga cuernos para intentar achicar agua de la nave. Y además seguimos yendo a los toros, pero con un denominador común: el escepticismo y la falta de pasión. Los aficionados ya no son de ningún torero y son incapaces de "defender" a alguno porque no lo tienen. El momento es complicado, eso es obvio. Las entradas son caras, los que se visten de luces son calcos, salvo honrosas excepciones, unos de otros; a las ganaderías duras les cuesta funcionar y las comerciales destrozan los niveles mínimos. No pasa gran cosa en los ruedos. No hay pasión por unos toreros que ya no salen nada más que en prensa especializada o en programas del corazón y del intestino, pero no porque interese lo que hacen profesionalmente. Está mal hablar de toros. Todo es como muy descafeinado y el que se sienta en los tendidos pasa más tiempo aletargado que apasionado. Y mientras tanto los de dentro sólo piensan en el parné. En el pan para hoy y hambre para mañana. En el G10 y en las macroempresas. Más de lo mismo. Menos mal que las plazas de toros siguen siendo incómodas que si no.................ZZZZZ.