domingo, 22 de enero de 2012

Falleció el matador aragonés Antonio Palacios


El espada es portado a hombros de los aficionados hasta el Pilar
 El sábado pasado, día 21 de enero, dejó este mundo quien fuera matador de toros en los años sesenta, Antonio Palacios. Tuve ocasión de conocerlo y de charlar con él serenamente, especialmente en el año 2008 cuando se le rindió un merecido homenaje para conmemorar sus cincuenta años de alternativa, gracias a lo cual pude constatar su modestia y su sencillez. Hablaba de sus logros sin darles importancia, algo que le honra y más por quien fue llevado a hombros de los aficionados desde la plaza de La Misericordia hasta la basílica del Pilar y fue capaz de llenar a rebosar el coso de Pignatelli una y otra vez. Por eso, ahora que nos ha dejado, es momento de recordarlo y desearle un descanso en paz.

BIOGRAFÍA
Antonio Palacios Rodrigo nació en Manchones (Zaragoza) un 17 de enero de 1930, aunque al poco de comenzar la Guerra Civil se trasladara al municipio de Villamayor (Zaragoza) donde tenía familia. Estaba destinado a trabajar en el campo, por eso disgustó mucho a su padre cuando siendo adolescente le dijo que quería ser torero y que, sintiendo la llamada de la fiesta, iba a emprender el camino de las capeas, primero en Aragón y después en los campos de Salamanca.
Curtido en mil batallas, Palacios llevaría a cabo sus primeras actuaciones públicas en una plaza provisional de Los Barrios de Zaragoza capital, en las inmediaciones del puente sobre el río Gállego, lugar de entrenamiento de quienes querían ser toreros y donde encandiló a la afición de Villamayor y Santa Isabel. En Ateca (Zaragoza) lidiaría en el mes de septiembre del año 1948 unas becerras sin derecho a muerte, siendo ésta la primera vez que era contratado para un festejo, lo cual se debe a la buena voluntad del empresario alcañizano Mariano Romance .
En Zaragoza debuta sin picadores el 17 de agosto de 1952 junto a Armando Miranda y Alberto Aguilera, para dar cuenta de novillos de D. Gregorio Tirado, ganadero aragonés que hacía su debut como tal. Los astados resultaron buenos en general, con abundante bravura y casta, saliendo excepcional el quinto. Ese día tan importante para Palacios estuvo en novillero de aquellos tiempos demostrando valor, voluntad y afición. Por su parte Armando Miranda dio la vuelta en su primero y salió ovacionado en el cuarto mientras que Aguilera paseó el anillo en ambos, acompañado por el ganadero tras la muerte del quinto ejemplar, al que se le dio la vuelta al ruedo.

En Daroca (Zaragoza), cabecera de la comarca de su municipio natal, se anuncia a principios del año 1954, donde cortó cuatro orejas y dos rabos. Ese mismo verano toreó en Zaragoza un 15 de agosto con erales de Laureano Mariscal, junto a Pepe Puerto, de Almería, y Pepe Rodrigo, de Gallur. Tuvo una gran actuación y fue sacado a hombros de los aficionados desde la Plaza de Toros hasta la basílica del Pilar. Desde Heraldo de Aragón, en crónica firmada por ESE-ESE, se dice: “Con referencia a la unánime impresión de los millares de aficionados zaragozanos, antiguos y nuevos, que presenciaron el domingo último, en la plaza de toros de Zaragoza la “económica” que para ellos será ya siempre de memorable recuerdo. Y todo por obra y gracia del arte, del valor, de la destreza y del saber taurino, admirablemente conjugados, con que realzó sus actuaciones toreras Antonio Palacios, de Manchones (Villamayor), en la lidia y en el toreo de sus dos novillos”. A su primero lo finiquitó de una gran estocada que le sirvió para cortar las dos orejas y dar dos vueltas al ruedo, mientras el novillo era aplaudido en el arrastre. El segundo de su lote, fino de agujas, lo brindó al ganadero Laureano Mariscal. Con él estuvo variado y muy aplaudido en la muleta por lo que después de su muerte, a sus manos fueron a parar otras dos orejas de su oponente seguidas de otras tantas vueltas al ruedo, la segunda acompañado del mayoral de la ganadería.

 Tanto eco tuvo aquel éxito en la capital que toreó mucho ese final de ciclo del año 1954. “La Zaragoza taurina estaba abstraída con un becerrista que había surgido aquella misma temporada y que repetía con crecientes éxitos en sus actuaciones...Antes de debutar con caballos se había convertido en un ídolo regional con fuerza suficiente para obstaculizar, para epatar, a cualquier competidor. Los aficionados de Zaragoza lo consideraban como algo suyo porque al calor de sus alientos se iba forjando como torero. Le habían visto empezar y le alentaban fervorosamente. En una palabra, tenía a toda la afición en el bolsillo...” . Por lo tanto, con la fuerza que da el reconocimiento del respetable, Antonio Palacios debutará con picadores el 3 de octubre de ese año de 1954 en La Misericordia de la capital maña, con mucho público en los tendidos, siendo sus compañeros de cartel Rafael Mariscal, figura de la novillería en aquella temporada, y Fermín Murillo, un desconocido entonces para la afición de La Misericordia, pues a pesar de ser zaragozano, había forjado toda su carrera fuera de la región aragonesa, especialmente en Barcelona. Se enfrentaron a astados de Victoriano y Alejandro Tabernero de Paz, procedencia Trespalacios cruzados con sangre murubeña. Fue un encierro con romana, bien presentado, aunque blando para el caballo, y agotado en el último tercio que dio buen juego en general . El mejor fue un sobrero de Manuel Escudero que salió en sexto lugar y fue aprovechado por Antonio Palacios . Ese día el torero de Villamayor recibió una gran ovación al romperse el paseíllo como reconocimiento a sus éxitos como becerrista. En el primero estuvo bien y cortó una oreja, pero la apoteosis llegó en el remendado sexto cuando después de una gran faena con la flámula entró a matar utilizando un pañuelo como muleta, y aunque pinchó antes de cobrar una entera, llegó el delirio y a sus manos fueron a parar orejas, rabo y una pata, premio que no se otorgaba en Zaragoza desde la tarde en que Villalta le brindó una histórica faena a Miguel Fleta. Antonio Palacios sería sacado a hombros, junto a sus compañeros, y paseado de nuevo a hombros de los entusiasmados aficionados hasta la basílica del Pilar por segunda vez en una temporada. Esa tarde destacaron en brega y banderillas Bojilla, Melchor Soria y Pepe Montañés.

El éxito de aquella novillada le servirá a Palacios para que lo pusieran en el primer festejo de la Feria del Pilar de ese año, junto al caballero Bernardino Landete y los toreros de a pie Mario Carrión y Joaquín Bernadó, para lidiar seis novillos de Fermín Bohórquez y uno de Atanasio Fernández que salió en quinto lugar. Fue tarde de cierzo no muy fuerte y casi lleno en los tendidos. Palacios en su primero, chico pero bien armado, estuvo valiente pero no pudo lucir ni siquiera con el estoque; pero en el sexto, con la tarde cuesta arriba llegó el triunfo. Demostró valor y voluntad, tanto toreando de pie como de rodillas. Sonó la música, llegaron las ovaciones y finalmente obtuvo las dos orejas de su oponente con sendas vueltas al ruedo, una él solo y otra en compañía de Mario Carrión y Bernardino Landete. El novillo del triunfo saltó dos veces al callejón, lo recogió y bregó Gabriel Pericás, siendo banderilleado por Melchor Soria y Patatero. La faena de Palacios, que brindó a la compositora Marisa del Campo, fue un derroche de valor toreando bien por ambos pitones, se adornó de rodillas y entró a matar por derecho cobrando una buena estocada que colaboró al triunfo de dos orejas para el torero de Villamayor. En el festejo destacó en la brega “Torquito” y Faustino, Curro Relámpago y Pepe Montañés en banderillas.

Ante los éxitos conseguidos, el pueblo de Villamayor decidió ofrecer un capote de paseo a su torero el día 9 de octubre, de raso blanco bordado en seda y oro y confeccionado en la sastrería Calvete, sufragado por suscripción popular entre el vecindario, siguiendo una iniciativa de D. Eduardo Chamorro, profesor veterinario oriundo del lugar.

El ambiente creado en 1954 le permitirá a Antonio torear mucho al año siguiente y situarse en posiciones de privilegio en el escalafón. En su época de novillero Palacios tuvo mucha rivalidad con Chamaco, máxima atracción de aquel entonces al ser apoderados ambos por Miguel Moreno, mentor a su vez de Curro Romero; y sobre todo en Aragón se peleó en los ruedos con Fermín Murillo, dividiéndose la afición en partidarios de uno y otro recordando los tiempos memorables de “Herrerín” y Ballesteros.

Durante el año 1955 torearía 34 tardes siendo importante, aún sin cortar orejas, la novillada de Pamplona del 8 de mayo con utreros bien presentados de Antonio Martínez Elizondo, de Tudela; junto a Chamaco y José María Recondo, llevándose un trofeo cada uno. Palacios planteó una faena bonita a su primero que hizo sonar la música, matando certeramente y en su segundo estuvo breve y lucido matando de estocada . En general la novillada resultó muy fuerte y tremendamente dura.

Al sábado siguiente, día 14 del mes de las flores, se celebró una novillada en Zaragoza propiedad de D. Manuel Francisco Garzón, procedencia Contreras y Juan Terrones, que resultó terciada y carente de alegría, casta y embestidas buenas, a excepción del quinto, que fue bravo. Acompañaron a Palacios en el cartel Manolo Segura, que fue aplaudido en ambos, y Marcos de Celis que estuvo muy bien pero falló a espadas. El de Villamayor no se quiso dejar ganar la pelea y demostró valor y tesón arrimándose como un jabato. Ninguno de sus novillos fueron claros. El primero lo brindó al Doctor Val-Carreres Ortiz y como no acertó con el acero escucho aplausos. “Pero la faena del último tuvo como remate una estocada colosal que volvió a Palacios a su puesto de seguro estoqueador y le conquistó como premio dos orejas, la vuelta al ruedo y la salida a hombros” de la Plaza de Zaragoza por la calle del Conde de Aranda junto al palentino Marcos de Celis. En ese festejo destacaron los peones Pascual Bernal, Santiago Bielsa “Rivereño”, Guillermo Gutiérrez y “El Chato” .

Ese mismo año había resultado cogido de mucha gravedad el 17 de abril en Zaragoza: Se celebraba la primera novillada con picadores de la temporada con un cartel en el que se anunciaban, además de Palacios, Ángel Agudo “El Greco”, que se presentaba en su tierra con picadores, y Joaquín Bernadó, ante astados de Benítez Cubero, que ofrecieron buen juego en conjunto. La tarde era ventosa, a pesar de lo cual se registró una buena entrada. Antonio Palacios había estado bien con el capote y valeroso en conjunto. “Citó de lejos con la muleta plegada en la mano izquierda que escondió tras la espalda. Se arrancó fuerte el de Benítez Cubero y cuando el torero le entregó la muleta para que la siguiera, el bicho buscó el cuerpo del torero, lo cogió de lleno y lo derribó con fuerza” . Sin mirarse, aguantó hasta dar muerte a su enemigo y pasó a la enfermería para ser operado por el equipo médico. El doctor Val-Carreres Ortiz facilitó el siguiente parte facultativo: “Herida en la región hipogástrica, penetrante en la cavidad abdominal. Pronóstico muy grave”. Fue trasladado a la clínica de San Ignacio, donde recibió la visita de sus compañeros de cartel y los cuidados de su apoderado Francisco Santos “Muletazos”.


En La Maestranza ante un toro de Concha y Sierra

Esa misma temporada de 1955 toreaba Antonio Palacios en Zaragoza el 10 de septiembre junto a Fermín Murillo, que reaparecía tras su lesión, y Juan Antonio Romero, muy en boga en aquel entonces; para dar cuenta de cuatro novillos de Felipe Bartolomé -uno de Santa Coloma y tres con el hierro de Surga-, junto a dos ejemplares de Sánchez Arjona, que en general resultaron faltos de trapío y escasos de fuerzas. La tarde era ventosa y había acudido numeroso público, aunque sin completarse el lleno. Murillo había cortado tres orejas, Romero se había ido para la enfermería y Palacios quería agradar, por eso “al citar para un natural con la derecha, resultó cogido secamente, viéndose salir sangre abundante del muslo del torero”. El doctor Val-Carreres diagnosticó: “Herida en el tercio superior de la cara exterior del muslo derecho de 4 cm. de extensión por 10 cm. de profundidad que interesa piel, tejido celular y planos musculares. Pronóstico reservado” . Don Faroles en Heraldo destaca en el mencionado festejo la labor de Rivas con la puya, así como en brega y banderillas de Curro Relámpago, Palomino Agüero, Mariano Aznar y Encinas.

Llegó la Feria del Pilar de 1955 y ahí se acarteló Antonio Palacios el día 15 de octubre junto a un pujante Fermín Murillo y a Chamaco, en tarde de expectación y de lleno de “no hay billetes”, para dar cuenta de tres ejemplares de Manolo González y otros tantos de Atanasio Fernández, todos con hechuras de toro. A Palacios lo define Don Faroles como “torero de tanta casta, matador de tanto coraje, que se cuelga de los pitones antes de no lograr la estocada. Con ello consigue en Zaragoza por segunda vez recibir la oreja en la enfermería pero mantener en alto su prestigio de estoqueador” . Esa tarde el torero había estado valiente en el tercero, pero al entrar a matar fue prendido y atendido una vez más en la enfermería por el doctor Val-Carreres que emitió el siguiente parte médico: “Herida por asta de toro en la cara anterior del tercio inferior del muslo derecho de 4 cm. de entrada y trayectoria de 8 cm. hacia fuera, con desgarro de aponeurosis y músculo recto anterior. Pronóstico reservado”.

Para seguir desarrollando su carrera Palacios hizo su presentación en Madrid el 5 de agosto de 1956, donde se mostró valiente y excelente estoqueador, lo que le valdría para cortar la oreja a un novillo de Manuel García Aleas. En el festejo tuvo como compañeros de cartel a José Luis Ramírez, que cosechó silencio en ambos, y a El Tino, que escuchó división de opiniones y pitos. Palacios en el primero toreó con valentía por ambas manos y fue aplaudido y su segundo lo brindó a Nicanor Villalta, el cual recibió una gran ovación del respetable al ser reconocido en los tendidos. “Lo toreó magistralmente al natural y en redondo y se adornó con un precioso abaniqueo por la cara que entusiasmó al público. Mató de una estocada entrando de cerca y por derecho. Ovación, oreja y vuelta al ruedo a hombros de los entusiastas” fue el premio a su labor. Heraldo de Aragón recoge las impresiones de la crítica de Madrid: En Marca se dijo que “Antonio Palacios tiene mucho valor. Se volcó a la hora de matar cobrando una formidable estocada de efecto rápido”, mientras que Hoja del Lunes destacaba que “como remate, una estocada superior en corto y por derecho se llevó una oreja entre una gran ovación”

Este año de 1956 toreó en veintiséis ocasiones, de ellas tres en Barcelona y en todas salió a hombros no siendo llamado para ningún festejo más. En Huelva haría el paseíllo en dos ocasiones, una de ellas mano a mano con Curro Romero, abandonando el coso sobre los costaleros las dos veces. Fue corneado de gravedad en Calatayud un 22 de abril en tarde inestable, a ratos lluviosa, que había convertido el suelo en un barrizal. En el cartel se anunciaban, junto a Palacios, Manolo Ávila y Abilio Langa “Aragonés” para lidiar novillos de Flores Tassara, que resultaron grandes, bien armados y con muchas arrobas. Esa tarde Antonio estuvo muy valiente, como siempre, fue volteado en su primero y en el quite reglamentario a un novillo de su compañero Aragonés. Ante su segundo enemigo, mientras toreaba descalzo como consecuencia del aguacero que caía, “comenzó con varios pases por alto, con los pies clavados en la arena, soberbios naturales con la derecha y la izquierda al son de la música, metido entre los pitones, obligándole de tal manera a pasar que el bicho en uno de ellos no tuvo más que alargar la cabeza y empitonarlo por la pierna izquierda”. Atendido en la enfermería el doctor Lavilla emitió el siguiente parte: “Herida de 20 cm. de extensión en el muslo izquierdo no muy profunda. Pronóstico grave”. Al torero se le trasladó a Zaragoza en el auto del señor Esteras para su recuperación en la capital aragonesa.

En 1957 participa en 12 funciones y tan sólo en siete novilladas en 1958, por lo que se obliga a tomar la alternativa en Zaragoza un 13 de octubre de ese mismo año con toros santacolomeños del Marqués de Villagodio Hermanos, siendo su padrino Julio Aparicio y Gregorio Sánchez el testigo. Al parecer el ganado no sirvió y sólo se cortó una oreja que fue a parar a manos del toricantano. Ese día la Plaza de Zaragoza registró una buena entrada pero no el lleno tradicional de “no hay billetes”. En un principio se anunciaron toros de D. José Matías Bernardos, que fueron rechazados en el reconocimiento previo por falta de tipo zootécnico y sustituidos por seis de Villagodio Hermanos, de Coreses, Zamora, divisa que dice Don Faroles no figura en feria alguna de importancia. No obstante, ambos encierros, el sustituido y el sustituto, atesoraban procedencia de aquellos “Coquillas” propiedad de D. Francisco Sánchez. Fue “un encierro de los que garantizan el aburrimiento, sin remos y a la defensiva, sin trapío ni casta, multables por falta de peso, sin emoción, solo embistió el del doctorado de Antonio Palacios·” . Al primero el espada de Villamayor le cortó la oreja y con el sexto, brindado a un hijo del doctor Val-Carreres, el torero no tuvo suerte por ser el astado deslucido y adolecer de falta de casta. En conjunto fue un festejo sin trascendencia del cual solo merece la pena reseñar la efeméride de la alternativa de Palacios. Aquella tarde se hicieron aplaudir Antonio Bravo “Relámpago” a caballo junto a Pinturas y Blanquito con los palitroques.

En 1959 Antonio Palacios, ya como matador de toros y sin un futuro claro en nuestro país, se decidió a hacer las Américas y torear en Quito, donde fue cogido de gravedad. En España se vistió de luces en una sola ocasión, el día 13 de octubre en Zaragoza para la feria del Pilar, siendo compañeros de cartel el rejoneador Salvador Guardiola, que despachó un novillo de su ganadería, y los espadas Manuel Segura, que sustituía a Adolfo Aparicio que no había podido recibir la alternativa, y el portugués José Trincheira, quienes dieron cuenta de cinco reses de muchos quilos y poca casta, propiedad de D. Eusebio Rodríguez Vila y un sobrero, manso, de Lisardo Sánchez. La última de Feria resultó larga y aburrida, más que por la duración por el aire de peligro que se respiraba. Palacios toreó a su primero bien a la verónica y realizó un quite capote a la espalda. La faena de muleta la inició con ayudados por alto, naturales con derecha e izquierda y rodilla en tierra rematados con el de pecho. Se fueron los trofeos por la espada y se le dio al toro la vuelta al ruedo con disidencia de algún aficionado. “En el último, aquel mastodonte de Lisardo Sánchez, Palacios lo mató como pudo, exponiendo mucho para lograr la estocada definitiva. Hubo a lo largo de la corrida momentos de pánico y barullo en el ruedo y buena siembra de banderillas. Cuando, bajo la luz de los focos eléctricos el público cansado abandonaba la plaza, respiraba tranquilo, libre del aire de tragedia que rondaba en el ruedo en la última corrida de feria, en conjunto buena”.

En tres ocasiones vistió de luces en 1960, una de ellas el día del Pilar en la feria de Zaragoza donde se apuntó a la corrida de Miura, siendo la cuarta de abono y el primer festejo que Televisión Española retransmitía desde la capital aragonesa. La Plaza registraba una gran entrada y junto al aragonés se acartelaban Joaquín Bernadó y Marcos de Celis. “El encierro enviado por Don Eduardo Miura tenía respeto y el trapío necesario para una corrida de la Feria zaragozana y de plaza de primera categoría, y tenían cabezas a tono con el tipo. Pero, como viene ocurriendo ya hace tiempo, salieron con la fuerza justa para no derribar caballos y cumplir en varas y luego quedaron más bien sosos de embestida.

Antonio Palacios, con Miuras, volvió a calentar y a reverdecer antiguos entusiasmos en los tendidos y luego, como apoteosis de su triunfo, a ir en volandas por las calles zaragozanas.

¿Que qué hizo Antonio Palacios para triunfar?, pues estar valiente, decidido, con sitio en el ruedo en sus dos toros. Y arrimarse.

En su primero toreó ceñido de pie y de rodillas pero donde vino el triunfo de verdad fue en su segundo donde “hubo series de naturales y redondos con la derecha de gran emoción, porque las astas del toro dejaban su huella en los bordados del vestido del toreo”. Luego torearía al natural y de rodillas y “tanto llegó la faena de Palacios a algunos tendidos, que antes de que entrara a matar ya pedían la oreja. Lo mismo que ocurría las tardes de novillero en esta plaza y en esos mismos tendidos. Por eso, cuando Palacios logró dar muerte al Miura de media estocando entrando por derecho y de una entera empujando la espada con recio pecho de aragonés, se llenó, en el vespero oscuro, la plaza de blancos pañuelos que lograron para el torero las dos orejas.

Este triunfo de Palacios fue logrado con los mismos medios de verdad y de su manera de ser ante el toro de aquellos otros que le llevaron a la alternativa y llevaban llenos a nuestra plaza” . En el mismo festejo Joaquín Bernadó se fue de vacío, aunque avisado en el cuarto y Marcos de Celis se llevó la oreja del segundo. Como prólogo a la corrida el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza se enfrentó a un toro de Don Pío Tabernero, de Vilvis, en el que recibió el premio de vuelta al ruedo.

En 1961 también daría cuenta de tres festejos y de ninguno al año siguiente, despachando su último encierro un 24 de septiembre de 1963 en San Feliú de Guíxols (Gerona) junto a Emilio Redondo y El Colombiano, donde se anunciaba una corrida con tres toros de Ucha Vázquez y otros tres de Núñez Guerra, cortándole el torero de Manchones las dos orejas y el rabo a un ejemplar de Lisardo Sánchez que salió como sobrero.

Palacios manejaba los aceros con acierto

En activo Antonio Palacios estuvo como matador de toros tan solo cinco años pues en aquellos tiempos no pasaba como ahora que espadas que torean poco no se retiran nunca. Imperaba la razón. Si el camino de los toros no se despejaba por uno u otro motivo, la búsqueda del garbanzo echaba mano de la inteligencia y de las soluciones rápidas, que por malas que sean siempre serán mejores que el no haber tomado ninguna.

A lo largo de su carrera este torero aragonés demostró ser un extraordinario estoqueador, que cuadraba en la cara y entraba de verdad; supo torear con ambas manos y echar rodilla en tierra cuando la ocasión lo requería; pero si en algo destacó sobremanera fue por su valor seco, sin aspavientos ni remilgos, por medirse ante cualquiera sin complejos y por atesorar hazañas en su hoja de servicios que muchos toreros de leyenda querrían para sí mismos: Fue llevado tres tardes a hombros desde el coso de Pignatelli hasta el templo de la patrona de la Hispanidad: una vez como becerrista, otra en su presentación con picadores y una tercera tras despachar a una de Miura; cortó una pata en un festejo, se llevó un trofeo en su presentación con picadores en la capital de España, otra tarde en La Misericordia se le pidió la oreja, tras una valiente faena de muleta a un Miura, antes de entrar a matar y dio cuenta de más de veinte corridas de toros en Zaragoza, siendo corneado en trece ocasiones. En general, aunque seguramente no toreó todo lo que se hubiera merecido, pudo estar orgulloso de haber sido un torero honrado con la profesión y honesto consigo mismo, que lo dio todo mientras estuvo en activo sabiendo escribir varias páginas de la tauromaquia de finales de los cincuenta que por su alto nivel merecen estar, sin duda alguna, en el libro de oro del toreo aragonés.
(Texto de Francisco Martínez en "Antonio Palacios, 50 años de alternativa. Zaragoza 13 de octubre de 1958 a 2008", editado por la Diputación Provincial de Zaragoza, año 2008, págs. 14 a 23. Las fotos fueron cedidas por Antonio Palacios)

6 comentarios:

  1. Excelente resumen y gran post sobre el torero maño.(dep)
    Saludos

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  2. Gracias Josemi. Un abrazo y hasta que quieras.

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    1. Vaya biografia!. Y agradecido por tus palabras. Gracias.
      Antonio Palacios (hijo).

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  3. Antonio: Tenías un gran padre. Disfruté mucho hablando con él para recoger los datos que has leído y todos los que le conocían coincidieron en que ´nos había dejado un hombre bueno.
    Saludos

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    1. Tuve ocasión de verlo en Zaragoza, sobre el año 1958 y me impresionó de tal forma que cuando hice la mili en San Lamberto en dicha ciudad pude saludarlo en el ayuntamiento donde trabajaba al igual que a Fermín Murillo. Muchos toreros ha dado Aragón con desigual suerte.

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  4. Cierto Ángel, Aragón ha dado muy buenos toreros, pero como para todo en la vida, hace falta suerte.
    Saludos

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