domingo, 1 de mayo de 2011

Manzanares y Cuvillo o la conjunción de los astros


Ese tuvo que ser el fenómeno que ayer se dio en La Maestranza sevillana: La unión astral entre dos grandes toros de Núñez del Cuvillo y un enorme torero como es Manzanares. El conjunto ya es conocido por todos: Indulto del tercer toro, cuatro orejas y Puerta del Príncipe para el torero y reconocimiento para el sexto ejemplar por su excelente juego. No se puede pedir más sino todo lo contrario, habría que demandar muchas más tardes así para que resurgiera de sus cenizas cual Ave Fénix este espectáculo nuestro en horas a ras de suelo, pero para eso tendrían que saltar al ruedo toros como los de Cuvillo y que tuvieran la gran suerte de que en el sorteo fuesen a parar a las manos de Manzanares.
Y es que el ganadero echó un encierro de gran nota: Muy buenos 1º, 3º (indultado) y 6º, de gran interés por lo exigente el 2º bis, de pocas opciones el 4º y sin ninguna el 5º (que esta vez no fue bueno). Bien presentados, varios con cinco hierbas, bravos y encastados en general y uno con genio fueron los astados lidiados.
A Julio Aparicio le tocó en suerte en primer lugar un gran toro con el cual logró dejar su impronta artística en el toreo a la verónica así como en el inicio de su faena de muleta cuya primera tanda la cerró con un trincherazo inolvidable. A partir de ahí la faena decreció. Con el cuarto, de menor calidad, el torero se dejó ver menos. Escaso bagaje pensará alguno, pero Aparicio es así, de los pocos toreros en los que sus miedos y su vulnerabilidad se convierten virtud, de los que el arte es parte intrínseca de su personalidad y lo saca cuando puede, no cuando quiere. Por eso hay que saberlo esperar.
Morante firmó una de los momentos clave de la tarde en el quite a la verónica que supuso la réplica al de Aparicio. Toreo del bueno. Ya con su primero tuvo que emplearse para dominar al geniudo animal que tenía pretensiones de mando al que logró instrumentarle muletazos de gran trazo aunque finalmente no obtuviese resultados positivos. Con el parado y descastado quinto abrevió, algo que le agradecimos pues no estamos para perder el tiempo.
Manzanares fue quien iluminó la tarde aliado con los "cuvillos". Toreó plástico y muy, muy despacio, como con caricias en muleta de terciopelo construyendo obras completas de temporalidad efímera que serán un referente en las filmotecas taurinas. El conjunto fue sobresaliente aunque salieran tandas que no resultaron completas, pues hubo momentos de gran integridad y plenitud aún con pocos naturales. Prácticamente todo resultó de una belleza tal que se recordará ya para siempre como la tarde en que Manzanares toreó a los "cuvillos" en Sevilla.

Foto: Burladero.com




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