martes, 19 de abril de 2011

Serafin Marín, ejemplo de honestidad


Serafín Marín pertenece a ese grupo de toreros de trinchera y bayoneta a los que nadie les regala nada. Siempre un poco a contracorriente. Catalán en estos tiempos. Apátrida de profesión que reivindicó sus orígenes en los tiempos de la ILP con una senyera y una barretina en lugar de una montera y un capote de paseo. Luchador contra su propio físico. Demasiado alto, como Nicanor Villalta. Con predicamento en Madrid, donde lo estiman además de por catalán por ese valor seco que muestra cuando le dejan y por ese toreo poderoso de mano baja con el capote y de reventar a los toros al natural.
Tuvo su época dorada en la que el maestro Antoñete lo tenía entre su nómina de toreros de expresión pura. Pero se marchó el tren y "el Sera" se quedó en la estación, pero no de brazos cruzados. Él ha seguido preparándose, física y mentalmente. Por eso este fin de semana se ha reivindicado en Zaragoza y Madrid. Ahí queda eso. En la capital maña por su excelente lidia a los dos toros que le tocaron: Uno de Herederos de Felipe Bartolomé y otro de Adelaida Rodríguez, un santacoloma y un atanasio-lisardo a los que lució en cinco varas en menoscabo suyo, de manera que con el ya célebre "Gargantillo" Don Paco Bentué se emocionó tanto que le dio la vuelta al ruedo tras liarse la manta a la cabeza. En buena parte porque este torero catalán ordenó a sus hombres de a caballo que plantearan las cosas con pulcritud, como así lo hicieron Romualdo Almodóvar y Manuel Molina. Su mentalización para torear una corrida concurso le valieron la consideración del público así como su respeto.
Su buen momento lo corroboró el domingo en Madrid ante un cornalón y astifino ejemplar de Mari Carmen Camacho y con un sobrero bis de Mauricio Soler Escobar, un morucho de 682 kgs tras cuya muerte dio la vuelta al ruedo.
Este es Serafín Marín, un torero diferente que se viste de luces de los pies a la cabeza.

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