Con dos tercios del aforo
cubierto se lidiaron en Ateca cuatro erales de la ganadería de
Camporredondo, propiedad del matador de toros Jesús Millán, de buen juego en
general, siendo premiado el segundo con la vuelta al ruedo, encastado el
primero, nobles segundo y cuarto y con más problemas el tercero. Festejo organizado por Ignacio Ríos.
Frascuelo: Ovación tras aviso
El Pana: Dos orejas con Puerta
Grande
Iván Vicente: Oreja tras aviso
Javier Espallargas: Oreja
Ateca vivió el 8 de septiembre una fiesta de
arte, emoción y torería como consecuencia de lo acaecido en el festival
programado con motivo de su patrona, la virgen de la Peana. Abría cartel Carlos
Escolar “Frascuelo”, que recibió a su oponente con una larga cambiada de
rodillas, luciéndose a la verónica en tandas de contenido añejo. El novillo
estaba encastado y contenía los problemas propios de la bravura, por lo que el
maestro tuvo que emplearse a fondo y sufrir hasta tres achuchones a lo
largo de la lidia que no lo descompusieron. Con la muleta las tandas tenían
cuajo y profundidad, haciendo trabajar lo suyo a los fotógrafos pues cada lance
era un cartel de toros y hasta le cantaron hondo desde el tendido
envolviendo la tarde en una nube de arte. A la hora de matar enterró el
acero en la suerte de recibir pero el novillo tardó en caer necesitando de
varios intentos de descabello, quedando el premio en una cariñosa ovación.
Foto: Sevi |
Foto: Sevi |
Con el noble segundo, Rodolfo
Rodríguez “El Pana” dejó claro que no quería dejarse ganar la pelea. Toreó por tafalleras muy mexicanas con el capote y pareó con vistosidad
y desparpajo ganándose la voluntad de un público al que se metió en el
bolsillo desde el primer momento. Muleta en mano “El Pana”, que lucía
vestimenta de charro, desenterró tandas en desuso que hicieron vibrar al
respetable haciendo que el público le corease la canción de El Rey con la plaza
puesta en pie, mientras el torero toreaba por bernadinas al paso, citaba como
bailando y entre tanto recetaba pases con aroma de ranchera, y como acertó con la tizona a la primera se le concedieron las dos orejas de un
novillo premiado con la vuelta al ruedo mientras “El Pana” besaba las arenas
atecanas desatando el delirio.
El tercero tenía más cuajo que
los dos novillos anteriores y le correspondió a Iván Vicente, matador de
toros que estructuró una faena de menos a más, pues si en los primeros
compases el astado le llegó a plantear más de un problema, el madrileño
los solventó a base de consentir y de bajar la mano, logrando que el bicho
menos lucido de Millán lograra meter la cara en su muleta, consiguiendo un
merecido apéndice tras la suerte suprema.
Cerraba tarde el novillero Javier
Espallargas, que recibió a su primero con dos largas cambiadas de rodillas
y un farol, dejando su tarjeta de visita en la población del chocolate. En la
muleta el novillo fue noble y le permitió a su matador ejecutar todo su
repertorio con agrado de un público al que le costará olvidar la tarde de toros
que vivió.
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