Uno de los momentos más emotivos de un festejo taurino es el paseíllo de los toreros. Cuando llega la hora se abre el portón y los profesionales saltan al ruedo. El más antiguo se pone a la izquierda (Jesulín), el siguiente a la derecha (Álvarez) y el más nuevo en el centro (Juanito). Las cuadrillas se colocan siguiendo el orden de antigüedad de su matador en disposición horizontal, de forma que el que lidia el primero se sitúa a la izquierda, el que lo hace en segundo lugar a la derecha y el tercero o cachetero en el centro. La cuadrilla del segundo matador aparecerá en la segunda línea horizontal y la del tercero en último lugar, siempre según el orden mencionado. Las antigüedades de matadores y novilleros no se mezclan, por eso en Ateca, que había cuatro novillos, lidió Jesulín 1º y 3º, Alberto Álvarez el 2º y el cuarto eral fue para el novillero Juanito. Así pues, el paseíllo es la presentación de quienes se van a enfrentar a animales bravos en una lucha de poder a poder y los toreros surcan el ruedo entre los aplausos de un público que espera dar pábulo a sus sentidos. Son instantes de emoción y de esperanza. Debajo del palco presidencial se llevan a cabo los correspondientes saludos y se rompe el desfile. Dentro de nada sonará el clarín y el primero de la tarde saltará al ruedo. La corrida va a empezar.
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