Es curioso, el pasado domingo se remendó el encierro de Concha y Sierra con dos ejemplares de Lucero Gallardo que salieron prácticamente inválidos, sin opción alguna para sus matadores por su flojedad; en cambio hoy los dos que han saltado al ruedo con este hierro han resultado nobles, con las fuerzas justas pero sirviéndoles a los toreros. Por contra lo perteneciente a Río Grande ha salido muy parado, bajo de casta y dos no aptos para la lidia: uno cornicorto que se ha derrumbado y otro rabón tullido de los cuartos traseros.
Con estos mimbres de Río Grande (y seco) Adrián de Torres se ha mostrado como un novillero a la baja. Como sin decir mucho aún alargando las faenas. Víctor Barrio ha tenido su oportunidad en dos tandas de muletazos con la izquierda enjaretadas al de Lucero que a la postre han resultado las de mayor plasticidad de la tarde. Con el marmolillo quinto es obvio que era imposible el lucimiento, y Mario Alcalde, que finalmente ha resultado el triunfador con la oreja del otro sobrero de Lucero debajo del brazo, ha demostrado que tiene valor, pues después de que le destrozara la taleguilla el tercero de un gañafón ni se ha mirado y, también que, aunque un tanto barroco, sabe torear y templar las embestidas, cuando se puede, claro, pues con el sexto, que salía suelto y no humillaba era imposible.
Por otra parte, dentro de lo bueno de la tarde habría que mencionar a la cuadrilla de Víctor Barrio por cómo lidian, cómo banderillean -se han desmonterado en los dos-, cómo pican y cómo cachetean. Un lujo.
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