Ayer Alejandro Talavante cortó le cortó las dos orejas a un toro de El Ventorrillo y salió por la Puerta Grande de Madrid en una tarde histórica donde el torero estuvo pleno de temple, sobre todo por el pitón izquierdo, y de inspiración, improvisando remates e inventándose una faena con un núcleo central muy puro pero con adornos innovadores que se suelen practicar más en las plazas de tientas que en las de toros.
El torero se abandonó y derrochó valor, estando a punto de resultar prendido en un par de ocasiones. No se cansaba de torear a un toro bravo y serio al que además despachó de una entera en la suerte de recibir. Redondo. Las Ventas aplaudieron al torero en su vuelta triunfal y al toro mientras era arrastrado. Fue la cara de una moneda que repercutirá muy positivamente en el desarrollo de la Fiesta, todo lo contrario que la tarde de los de Núñez del Cuvillo, de máxima expectación pero que resultó un estrepitoso fracaso por la presentación y el juego de los toros lidiados. Estas tardes pasan factura en el aficionado, que se siente engañado precisamente por las personas a las que paga por ver, es decir, por quienes eran depositarios de su confianza.
Lo que ocurrió en Madrid la tarde del 15 de mayo fue una auténtica vergüenza para Morante y su Curroapoderado por ir a Las Ventas con una novillada, es una mancha para el empresario que no debió permitir esa farsa, es un descrédito para Núñez del Cuvillo por haber embarcado “eso” y un punto negro en el expediente de la autoridad que debió haber defendido los intereses de los aficionados, como siempre los paganos de las pifias de quienes viven del toro.
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