lunes, 9 de mayo de 2011

El sorteo

Las mañanas de los días que se celebra festejo vespertino acogen la celebración de ritos intrínsecos al mundo del toro que están dirigidos a los profesionales del espectáculo, especialmente a ganaderos y personal de cuadrilla, es decir, a los subalternos. En un principio se da cuenta del resultado del informe veterinario y la autoridad comunica a los toreros si ha pasado la corrida completa o si se ha tenido que remendar con algún otro toro. Posteriormente se designan a los dos sobreros que reglamentariamente deben estar preparados por si tuviesen que saltar a la plaza en sustitución del titular. Acto seguido se enlotan los toros de dos en dos, según su peso, color del pelo, forma de la encornadura, etc, como quieren las cuadrillas; y posteriormente se encierran acompañados de la parada de cabestros que auxilian al corralero en su faena. Así que sobre las doce del mediodía ya está cada toro en su chiquero aguardando que le llegue el momento de saltar al ruedo.
Finalmente tendrá lugar el sorteo. Uno de los banderilleros anotará en tres papeles de fumar los números de los toros enlotados, a continuación se harán bolitas con cada uno de ellos y se depositarán en un sombrero que a su vez será cubierto con otro similar. La suerte ya está echada. El subalterno del primer espada del cartel introducirá la mano en el sombrero y sacará una bolita con los números de los dos toros de su lote, a continuación lo hará el representante del segundo matador y finalmente el tercero solo tendrá que recoger la única bola que queda.
A partir de ahí los profesionales acudirán a sus hoteles a contarles a sus matadores cómo son los toros que les ha tocado en suerte y la empresa hará público el nombre de cada ejemplar, peso y edad, así como la composición del equipo gubernativo que regirá el espectáculo.
Lo cierto es que presenciar este tipo de actos tan antiguos y con la seriedad con la que se realizan, magnifica el festejo de la tarde. Son momentos tensos, a veces, en los que se juega con la suerte y la superstición, por lo que nadie quiere salirse de los cánones preestablecidos que caminan por la senda del respeto a una profesión y a su propia vida.
Fotos: F. Martínez.


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