Fue un 31 de mayo de 2011. En Las Ventas otra vez. Con Casanova pero sin Millán, ni Roberto ni los Palhas. Se quedó sólo en Madrid y Madrid se echó en sus brazos, y lloró y se estremeció con esos dos pares de banderillas que entroncaron con la tauromaquia de Honrubia y de los Montoliú. Lo mejor de la profesión con los rehiletes.
Arruga y Casanova. Casanova y Arruga, protagonizaron el año pasado una de las gestas más emocionantes del toreo actual. Y sé bien lo que digo, porque muchos matadores no tendrán jamás la hombría de estos dos profesionales para jugarse la vida de verdad delante de un toro como lo hicieron ellos el año pasado. Y hasta los criticó algún compañero puesto en evidencia, el mismo que fue volteado el domingo por un novillo de El Ventorrillo al quedarse en la cara después de salir de un par de banderillas sin facultades.
Pero volvamos a este año. A los pares de Arruga. De purísima y plata. Los ojos muy brillantes y fijos en el toro, dos surcos en cada una de sus mejillas. La gente calla. Run-run en la plaza. Madrid sabe que hay un torero en el ruedo. No hay sorbos de cubata. No se comen pipas. El abuelo le dice al nieto que esté atento. Se para la que vende flores. Arruga se va hacia el toro andando con los palos a media altura. El bruto lo mira y Jesús lo cita abriendo el pecho y echando los brazos hacia atrás en dos ocasiones. No se oye ni una mosca. El rehiletero cuartea e inicia la carrera mientras el toro va a su encuentro. Ni una ventaja. Ni una duda. Ni un paso atrás. Toro y torero frente a frente. El encuentro es brutal. El animal echa la cara arriba y Arruga, "asomado al balcón", mete los brazos y clava en todo lo alto mientras se va andando de la suerte. Ojo. Andando. Y no corriendo. El coso se viene abajo. Qué intensidad. Qué emoción. Qué pureza y qué belleza. No hace falta más ni menos. Perfecto. Le hacen saludar siendo tercero y él comparte la gloria con su compañero que ha tenido menos suerte. En la Maestranza hubiera sonado la Música. Madrid es más austero, pero ve las cosas de igual manera.
Su matador cortará dos orejas y Arruga atravesará con él la Puerta Grande, le recogerá el capote de paseo primero y la montera después, peleando entre esa muchedumbre asalvajada que quiere arrancarle los adornos al vestido de torear del triunfador. Y Arruga se va andando de Las Ventas con el traje impoluto, nadie le desgarra sus bordados, pero sabe en su interior que sin salir en hombros ha triunfado en Madrid conquistando el respeto de la afición.
Foto blog: Toro, torero y afición.
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