Después del mal juego ofrecido por las corridas duras en Sevilla y tras el triunfo de Núñez del Cuvillo en aquella plaza, un amigo me mando un e-mail que decía "las corridas comerciales hacen la fiesta grande" y me dio que pensar si aquello sería verdad. Tras lo visto hoy con Jandilla, adolecente de falta de bravura, me mantengo en mi postura. Creo que los problemas de casta son comunes en muchas de las ganaderías de la cabaña brava, duras y comerciales, y no puede ser que un toro que se vende como bravo salga manso en tan gran número de ocasiones. Se le echa agua al vino y al que le gusta esa bebida y le engañan se pasa a la cerveza. Si el público paga (bien) por ver toros bravos, con fiereza y movilidad, y les sacamos bueyes, se marcha directamente a la playa o a la montaña mientras los empresarios se preguntan el porqué.
Hoy podía ser el caso. La Maestranza estaba a reventar para ver a tres toreros de su gusto. Castella y Talavante han estado muy por encima de sus lotes, astados renuentes a embestir y buscando cualquier rendija para salir huyendo, mientras que Manzanares se ha mostrado realmente bien con dos toros muy mediocres. Está en sazón, maduro y le sirven los toros regulares por lo cual, según la teoría de Ordóñez, estamos ante una figura del toreo. Da gusto ver lo bien que torea, lo templado, lo despacio y la seguridad que transmite. Toreo de exquisiteces con todos los defectos que se le quieran poner, que los tiene, pero ¡qué bonito resulta todo lo que hace! Y con unos peones en condiciones, hoy se han desmonterado los dos que banderilleaban ¡y el que lidiaba! Gran cuadrilla y Grande La Maestranza que ha sabido verla.
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