Los espectáculos taurinos "serios" van unidos inherentemente a la música, y música de pasodoble; y no hay festejo, por pequeño que sea, que no cuente con una Banda Musical para que lo amenice. Pero el cometido de la Banda en el evento no es fácil, por lo que no es raro ver la cara de extrañeza que ponen muchos directores sin experiencia cuando el respetable, conocedor del código no escrito taurino, les increpa para que toquen o para que dejen de hacerlo, en función del desarrollo de la faena.
Los toros y el pasodoble tienen varios momentos matemáticos en los que la Agrupación Musical no pasa apuros: Se toca fijo en paseíllo, arrastre de mulillas y cuando el matador pone las banderillas. Causa-Efecto. Acción-Reacción-Repercusión. No se piensa: Se ejecuta y punto. Hasta ahí todo el mundo ok.
Los desacuerdos vienen cuando actúan las sensibilidades, pues la música en los toros es el termómetro que calibra la temperatura de lo que ocurre en el ruedo, y deciden los que manejan la batuta, es decir, los directores . Y ahí es donde los responsables poco diestros hacen aguas y tocan cuando no hace falta o callan cuando no deben, recibiendo, por consiguiente, los improperios consabidos del público que cree que los músicos no hacen sonar sus instrumentos porque no quieren trabajar o que lo hacen a destiempo.
Mi opinión al respecto, después de muchos festejos presenciados, es que la Banda debe sonar en el momento álgido de una faena, justo en el momento que se remata una tanda que ha salido completa, sin importar la fase en la que nos encontremos, si bien es cierto que en el epílogo de la labor del torero no queda muy académico iniciar la música, y lo que NUNCA se hará es comenzar a tocar en mitad de una tanda de muletazos, pues tal detalle demuestra una ignorancia absoluta del director. Así pues, a modo de resumen, se tocará cuando la faena tenga calidad y siempre tras el remate de la tanda, en el momento en que el torero se marcha airoso de la cara del toro.
Por ello y dado lo deficientemente que se comportan los directores de la Bandas habitualmente, si observan lo anteriormente escrito es suficiente para el aprobado; no obstante hay plazas, como Sevilla, donde los instrumentos suenan en cualquier momento de la lidia, hasta con el capote, si se ha ejecutado el tercio con donaire y hondura, y ahí la música alcanza niveles superiores gracias al conocimiento del director.
Pero no todo es tan sencillo como parece, pues la música debe sonar únicamente cuando la faena tiene calidad y nobleza el toro, ya que si la labor del torero se realiza ante un astado complicado y predomina en su quehacer la exposición, el riesgo y los conocimientos de la lidia, no debe sonar la música. Por ejemplo, cuando en la pasada feria del Pilar David Mora estuvo enorme con un peligroso toro de Bañuelos, al que cortó una oreja y que debieron ser dos si el Presidente no se hubiera dejado la sensibilidad en casa, no recuerdo si se escuchó a la Banda, pero en esos casos no debería hacerlo, pues cuando un hombre se está jugando la vida con más exposición que la justa, el pasodoble debe callar para que se escuche el silencio. Plomizo, desgarrador y sobrecogedor. Ese que se oye en Soria cuando se camina en otoño desde San Pol a San Saturio por la ribera del Duero. El que tanto le gustaba al último Joselito. Y a Machado.
La banda toca cuando el director manda, sea el momento que sea, y si el torero o novillero no lo merece no se toca, aunque en este caso no ha sido asi, todos han tenido su musica y no precisamente por merecerlo. Pero la banda tendra que coger las pautas de Sevilla, que a ese paso no suena una nota en toda la corrida.
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