En el salón del Trono de la Diputación Provincial de Zaragoza tenía lugar un "vino español" como fin de unas jornadas donde también se entregaron los premios de la Asociación de Informadores Taurinos de Aragón. Y allí estaba Manolo Sánchez, que se había llevado una magnífica escultura en bronce de Luis Moreno Cutando con un saltador a la garrocha que podía ser el mismísimo Juanito Apiñani inmortalizado por Goya en sus aguafuertes.
El torero de Valladolid, escuálido y repeinado, abusando del pico de la gomina y enfundado en su traje gris aderezado con corbata azul cielo, parecía abstraído. Como en otro mundo fuera del que le es habitual, complacía a los aficionados posando con ellos para la posteridad. Entre refresco de naranja y pincho de tortilla alguien le recordó la faena de octubre de 2008 en Zaragoza a un toro de Guadalest en la alternativa de Daniel Cuevas, y por la cual se encontraba allí para recoger el galardón de la AITA, poderoso, dominador, valiente, artista, creador de una obra sublime, como cuando uno se entrega de verdad, como sólo los elegidos saben hacer.
Me sentí como pocas veces, comentó el torero, disfrutando de una sensación interior difícil de explicar, como si no estuviera dentro de mi cuerpo, pues cuando un torero se abandona...consigue dar lo mejor de sí mismo.
Me quedé con esa frase que al que no está iniciado nada dice pero que a los taurinos nos lo dice todo: Cuando un torero se abandona... deja el cuerpo en el albero y trasciende su espíritu, torea para él y comparten sinergias los tendidos. Cuando un torero se abandona es porque está a gusto y en paz con su obra. Comunica emociones y el vello del aficionado se eriza removiendo sentimientos que luego no se pueden explicar. Se vive lo que se ve y se ve lo que se vive para compartir con el torero momentos de mágia irrepetibles. Cuando un torero se abandona...se engrandece la Fiesta .
Foto: Luis Vega
Foto: Luis Vega
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