El año pasado para el Pilar a Juan Ignacio Pérez Tabernero, propietario de Montalvo, le embistió uno, el 6º, que le correspondió a Rubén Pinar y le cortó una oreja. Este año pleno. No ha servido ninguno, ni el sobrero que ha salido por el expulsado segundo. El lote ha sido infumable, mulos sin fuerzas e inválidos para un espectáculo que, además, está muy cuestionado. ¿Cómo podemos defender desde dentro festejos como éste? ¿Que argumentos daremos para continuar con el rito? ¿De qué le habrá hablado el anfitrión a quien iba a los toros por primera vez? ¿De emoción, de autenticidad, de bravura...? Ja, ja. No me hagan reir.
Esto que hemos visto hoy es un espectáculo que roza el fraude y además caro. Por sucesiones de festejos como éste o el de ayer el aficionado se cabrea y menta los ascendentes de quien haga falta porque sacarse el abono le cuesta lo suyo y se encuentra más sólo que la una, sin abogado defensor, sin fiscal que diga que el mundo de los toros se ha necrosado y que con la máxima urgencia posible habrá que amputar. Le toque a quien le toque.
En este teatro el primero en actuar ha sido Curro Díaz que nos ha ofrecido el aperitivo con pases de uno en uno ante un toro soso y parado. Del resto no hablamos. Lo positivo ha sido algún detalle suelto con esencia de perfume caro. En el cuarto hemos visto un grandísimo par de Montoliú, andando al entrar y al salir del par con torería. En ambos ha estado el de Linares fuera de cacho. No había más.
Lo mejor de Leandro ha llegado con el manejo de capote ante el quinto, ejemplar sobrero al que roba los muletazos aprovechando el viaje y que de vez en cuando mostraba malas intenciones. Mata mal a su primero con mitin del puntillero incluido que se eterniza. Ante ese toro inválido Manuel Soto es incapaz de colocarle el tercer par de banderillas. Así está el mundo, Facundo.
Salvador Vega ha manejado el percal con soltura. Con los palos ha sido volteado Isaac Gavín. La faena resulta vibrante en sus inicios con cites desde lejos. Las tandas resultan cortas y el pico largo. Se viene pronto abajo el toro y adiós muy buenas. El sexto era otro toro "fabricado en los chinos" que dice Corrochanito. Se trastabillaba y movía la cabeza a la par que doblaba las manos. Se deja dar muchos pases y al final se raja. Como nosotros, que a partir del tercero ya buscábamos la salida.
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