La suerte suprema es la suerte del silencio. Cuando cuadra el torero se callan los tendidos. Es la hora de la verdad. La del encuentro sin encontrarse. Dicen que mata la izquierda, y que quien no hace la cruz halla la muerte. La estocada es la rúbrica toledana con la que el torero busca la inmortalidad mientras cita a quien va a morir. En esos momentos el frío acero cobra vida cuando se ejecuta la suerte con verdad y rueda el toro tras recibirla. Es una suerte. La de mayor relevancia. La suprema. La que da y quita. La que antaño valía una oreja. La suerte de la soledad. Uno frente a uno. La que no se puede ejecutar de cualquier forma. La espada tiene que caer arriba. En el hoyo de las agujas. La posición del acero distingue la ejecución de un rito de una simple mala suerte. La que convierte un hecho físico en un momento metafísico. Por dulcificar la muerte hasta sublimarla. Porque el torero tiene la gallardía de cruzar sin ser cruzado. Por honrar la muerte de un toro bravo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario