Son detalles. Gestos. Posicionamientos de gente sin complejos que se muestra tal como es. Sin ofender a nadie. Sin ir contra nada, pero haciendo gala de sus aficiones. Eso es lo que hizo Sergio Ramos el domingo en Kiev al acabar su exitoso europeo. Tras liquidar a Italia pidió el capote que le había enviado Talavante y con la camiseta de Antonio Puerta se abrió por verónicas de largo vuelo. Y ahí se le vio a gusto al de Camas, toreando de salón ante una afición entregada. Y seguro que otros hijos de aquella sevillana localidad, como Paco Camino o Curro Romero, aplaudieron a su paisano Ramos, el de los nervios de acero para tirar un penalti a lo Panenka en una semifinal contra Portugal o al que se pone delante de un portento físico como Balotelli sin temblarle las piernas. Ese mismo Ramos que firmó una eurocopa perfecta y que tuvo un gesto con el toreo para reivindicar una profunda afición. De ahí que destaquemos el hecho, pues es bueno que personajes populares abanderen una Fiesta que baja con la misma velocidad que sube la prima de riesgo.
Nos hacen falta muchos Ramos. Ya irán saliendo.
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