Mucho que comentar ha tenido la primera corrida de Feria en
Zaragoza: Como reivindicación de la Fiesta, como explosión de arte en una
sinfonía en la que Talavante ha llevado la batuta y Urdiales ha tocado el solo
de trompeta y también, por qué no decirlo, en el borrón que cae sobre las
figuras al dejarse anunciar con un encierro feble y desigual en el que
únicamente “Fafenillo”, corrido en tercer lugar, ha sido noble de verdad,
aunque su presentación dejara todo que desear.
En las taquillas se ha puesto el
ansiado “No hay billetes” y eso da muestra del interés que había despertado el
festejo entre la afición. Al romperse el paseíllo se ovaciona a los matadores y los hermanos
catalanes y baleares reivindican la Fiesta en sus respectivas comunidades
mientras la plaza al unísono demanda a coro “libertad”. Esa libertad perdida
para quienes viven en unas zonas de nuestra piel de toro en la que sus
dirigentes no gobiernan para todos sino para ellos mismos.
Pero tenía que salir el rey de la dehesa y
eso es lo que ha faltado, pues cuatro de seis (1º, 4º, 5º y 6º) solo servían
para el matadero, ya que de ese encierro infumable que ha enviado Núñez del
Cuvillo a Zaragoza, únicamente se han salvado el tercero, de nombre
“Fafenillo”, por dulce y noble, y un segundo cobardón y con cierto peligro,
pero con transmisión, que le ha servido a su matador.
Por seguir un símil bursátil, la
línea de beneficios ha quedado a cero en el primero con Morante, ha marcado una
línea ascendente en la faena de Urdiales y ha alcanzado el cenit con la labor
de Talavante. A partir de ahí la bolsa se desploma y cae en picado con cuarto, quinto y
sexto hasta llegar al nivel inicial.
El triunfador sin ninguna duda ha sido Talavante,
sustituto del lesionado Ponce, que tiene en Zaragoza una plaza talismán. Y es
que, esta tarde desde que se ha abierto de capote hasta que ha finiquitado a
“Fafenillo” todo ha sido melodía, belleza y hasta temeridad, pues sus muslos
han rozado los pitones de su amigo en más de una ocasión. El toro no podía ser
más noble y Talavante no podía torear mejor. La piel se ponía de gallina y el
corazón bombeaba a toda máquina. Son emociones pasajeras que tienen un tiempo
limitado pues de lo contrario su intensidad tendría repercusiones vitales en el espectador. Y
ante esa armonía, Zaragoza la Inmortal y siempre Heroica, la que nunca se
rinde, ha claudicado una vez más ante Talavante, como ya lo hiciera en 2011 con
aquel mítico “Esparraguero”, también de Núñez del Cuvillo, y le ha concedido
las dos orejas y la posibilidad de atravesar la Puerta Grande, esa salida que
preside Goya y que está reservada a toreros de grandes gestas.
Y como lo mejor ocurrió en el
tercero, también en ese fue cuando se desmonteró Juan José Trujillo tras
colocar dos buenos pares de banderillas.
Una oreja ha cortado Urdiales a
un cobardón animal que ha saltado al ruedo en segundo lugar y mostraba aviesas intenciones. El riojano ha estado firme
y artista y hasta se ha gustado en algún episodio de la lidia, pues el toro no
terminaba de entregarse y eso hacía que la emoción recalara en el tendido. Sus
remates en especial y sus naturales en general han tenido la enjundia, el sabor, el pellizco y la torería que no ha podido ponerle a su labor ante el quinto,
imposible para hacer el toreo al tener la fuerza por debajo del nivel mínimo,
aunque el espadazo que le ha recetado fuera de los de premio.
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