En Sevilla este año no se salva ni la de Victorino, una ganadería señera antaño pero que lleva ya un tiempo nadando entre dos aguas.
Hoy para La Maestranza Victorino ha llevado un encierro con el trapío al límite del reconocimiento, fuera de tipo, más en la línea Ibarreña de Santa Coloma que en la de Saltillo, alguno justo de fuerzas y, a excepción del sexto, todos muy descastados.
En fin un encierro decepcionante de la ganadería más comercial de las toristas, en otro tiempo adalid de la bravura que ha defraudado profundamente al respetable que había ido a la plaza pensando que iba a ver toros bravos, encastados y con sus problemas repletos de emoción. Y nada más lejos. Todo mansedumbre y sosería al por mayor. Y el público se ha enfadado. Solo ha habido uno bueno y le ha tocado a Salvador Cortés con el que ha tardado en centrarse, pero al que ha logrado instrumentar alguna serie al natural arrastrando la muleta por el albero maestrante. Ha pinchado antes de introducir el estoque y el público, frío y cabreado, no ha sacado los pañuelos. Con el tercero Cortés ha estado voluntarioso.
Lo mejor de Padilla ha llegado toreando a la verónica al cuarto y con el manejo de los aceros, logrando soberbias estocadas, sobre todo en el cuarto; mientras que El Cid se ha estrellado ante enemigos sin opciones que incluso le han propinado una voltereta en el segundo pero ha matado superiormente al quinto.
La nota negativa por parte de los toreros ha estado en su deficiente colocación, siempre al hilo del pitón, con la muleta retrasada y en ocasiones abusando del pico de la muleta.
Y a partir de mañana los toros artistas. A ver si cambia la suerte.
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