Hoy hemos asistido a una tarde soporífera en Huesca, de bostezo y sueñecito, aunque hay que decir que alguno se lo ha debido haber pasado bien, pues han pedido las orejas. Estábamos unos tres cuartos del aforo para ver un encierro de Zalduendo, procedencia Jandilla, que no tiene nada que ver, por supuesto, con sus antiguos orígenes navarros, pues el señor Domecq compró el hierro pero varió el contenido, y estos toritos han salido bobalicones, noblotes, de fuerzas escondidas y justos de casta. En fin, como se esperaba.
En primer lugar debía torear Finito, que vino porque lo apodera la empresa de aquí (Matilla) y en los primeros lances ya ha dejado claro que tonterías ni una, se desconfía pronto y deja su labor en manos del subalterno. A continuación el piquero se emplea con abuso de su posición para que el torete moleste poco. Con la muleta Finito se muestra de derechas y ante la nada suena la música. Todo es caricaturesco y el toro se raja hasta que muere de pinchazo yéndose de la suerte el de Sabadell antes de la media curroromerista. Silencio respetuoso tras aviso.
Ante el cuarto Finito ha hecho el ridículo. Así de simple. Con la franela en la mano hace como que compone pero ya no se echa ni gomina en el pelo. El torero tenía el cuerpo en Huesca y el alma errante. Pincha antes de lograr una entrada y vuelve a ser respetado con el silencio.
Yo a Finito lo admiro porque lo he visto torear muy bien tiempo atrás, pero lo que está haciendo desde hace ya unas cuantas temporadas es impropio de quien ha sido figura del toreo.
El Juli venía a Huesca con la vitola de tirar del carro de este mundillo. Ha estado voluntarioso en su primero toreando por verónicas, que después de lo visto a su antecesor parecían mejores de lo que eran. Con chicuelinas al paso ha dejado al astado en suerte, quitando por tafalleras llevando muy embarcado al toro. El respetable le sigue pidiendo que coja los palos pero quien los pone con dignidad es el Niño de Leganés. Con la muleta toda una lección de toreo desapretado con la diestra y abuso del pico. La cosa sigue con enganchones por el izquierdo y medios muletazos. Ya en los redondos con parón se aburre el toro y se raja, muriendo en la suerte contraria yéndose de la línea recta el maestro. Oreja.
Al quinto se lo deja muy crudo en el caballo, pero su labor resulta del todo anodina, brillando únicamente en un trincherazo con mucho sabor. Ahora el torero está más académico que en el anterior pero la tarde ya se había roto presa del aburrimiento. Al final más redondos que hacen despertar al público. Cobra una entera hasta la bola tras pinchar y logra otra oreja. No se quejará el Juli de Huesca.
Cerraba cartel Manzanares, otro torero de la Casa Matilla. Ante su primero ha logrado muletazos de gran plasticidad pero de poco lucimiento por las escasas y mermadas cualidades del toro después de una voltereta. Se para el burel y el alicantino opta por los redondos. ¡Todos igual, qué le vamos a hacer!. Acaba su labor el torero de una enorme estocada hasta la bola que le vale una oreja.
El sexto es picado muy trasero. El público hasta el gorro del invento hace la ola pasando de lo que ocurre en el ruedo. El torero se pone serio ante el bullicio y la Banda sigue tocando por otro lado, en fin, como en el camarote de los hermanos Marx. Entre tanto, Manzanares le quiere dar importancia a su labor pero todo se desluce pues incluso pincha dos veces antes de descabellar. Al final silencio tras aviso y el público corriendo en busca de la calle.
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