Manuel Lucas Blanco nació en el popular barrio de San Bernardo, de la capital sevillana,en 1793. Hijo de familia humilde de empleados del matadero, allí trabajó también desde niño, donde surgió su vocación taurina de su contacto con ganado destinado al sacrificio, donde practicó un rudimentario aprendizaje, tanto en los corrales de dicho establecimiento como en algunas funciones en los pueblos próximos a la capital.
Su amigo y valedor Antonio Ruiz «El Sombrerero» se erigió en su protector y maestro y le dedicó su atención en las enseñanzas a torear, corrigiéndole su primitivo estilo. Al lado de «El Sombrerero» trabajó Lucas desde 1813 a 1816, pasando luego a las órdenes de Francisco González «Panchón», quien le cedió toros en provincias para que practicase el manejo de la muleta y el estoque, ya que las aspiraciones del diestro sevillano fueron, desde sus comienzos, el llegar a la categoría de matador de toros. Como peón y banderillero aventajado, logró el ascenso a media espada. En Madrid se presentó el 29 de abril de 1821, con Juan León, para estoquear los dos últimos toros y, ya en el año 1823, trabaja como matador de toros, categoría a la que se llegaba por los pasos acostumbrados de aquella época. Pero un suceso histórico, que tomó su importancia por su connotación política, fue la noticia que reunió la atención de todo Madrid en el año 1837.
Lucas Blanco era ferviente partidario de la vertiente absolutista (carlista), declarándose partidario exaltado de dicha política, ingresando de voluntario realista, perteneciendo a la sección conocida por la cáscara amarga, por su constante persecución de los liberales, llegando a exponer sus ideas con vehemencia en la misma plaza de toros, y eso le causó muchos disgustos e influyó en su desgraciada muerte. Fue famoso el brindis que dirigió al infante Francisco de Paula en la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla: «A mi señor infante D. Francisco; va por usía, por la mujer, por la familia de aquí y por la de allá», pues era conocido que el infante mantenía relaciones extramatrimoniales con una cortesana francesa.
En la noche del 18 de octubre de 1837, estaba Manuel Lucas en un colmado llamado las Delicias de la Bética, en la calle de Fuencarral, con varios individuos de su cuadrilla, con el objeto de festejar su última corrida de la temporada en Madrid y allí se encontró con Manuel Crespo de los Reyes, sargento de caballería de la milicia nacional y conocido suyo por haber sido picador y contratista de caballos para la plaza de toros de Madrid, con quien emprendió animada conversación mientras bebían unos vasos de vino.
Al punto se terció la conversación sobre política y se hizo general, pero hallándose acalorado por el vino, el miliciano increpó duramente al torero, la disputa se agrió, saliendo los dos a la calle y a poco el miliciano nacional caía muerto, herido por un certero navajazo en la ingle izquierda, por la que se desangra y muere a los pocos minutos. Lucas Blanco huyó del lugar, siendo detenido en la calle de Caballero de Gracia por dos serenos y los nacionales de caballería, quienes le pusieron en manos de la justicia.
La gran expectación motivada por el juicio de un personaje público como era el torero Lucas Blanco fue aún mayor de lo esperado y el veredicto fue sentenciarlo a la pena de garrote vil.
El torero Francisco Montes «Paquiro» que en aquella época era ídolo taurino, acudió a la reina Cristina, acompañado de Juan León y de otros matadores de fama, en demanda del indulto. La soberana quiso concederlo, pero la presión de la Milicia fue tan agobiadora, que no se atrevió a otorgarlo y Manuel Lucas Blanco fue ejecutado el jueves el día 9 de noviembre de 1837, a las doce de la mañana en «el sitio acostumbrado», a las afueras de la Puerta de Toledo, 21 días después de cometer el accidentado asesinato.
En el mismo lugar, el día 6 de noviembre, es decir, tres días antes, llevaron al patíbulo al famoso bandolero Luis Candelas.
Dando prueba de entereza Lucas Blanco se permitió hablar al público presente antes de su ejecución y entre otras cosas, dijo: «He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con la sangre
de mis semejantes».
Manuel Lucas Blanco era un diestro que contaba con muchos amigos y grandes simpatías y admiración por ser un lidiador con valor, sereno, seguro, que se adornaba poco, pero daba grandes estocadas y fue el único toreo en toda la dilatada historia de la tauromaquia que ha de escalar las gradas del patíbulo.
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