Era el cuarto de la tarde, un novillo de Condessa de Sobral, astifino y manso que no se dejaba poner banderillas. Y con ése se las tenía que ver Urdániz, un torero modesto pero honrado donde los haya que quiso ser matador y que, como no lo vio claro, se hizo rehiletero. En sus inicios lidiaba y colocaba los palos por el derecho pero, abocado por las circunstancias, decidió hacerse tercero, lo que lleva en el cargo cachetear y poner los garapullos por el izquierdo. Y eso es exactamente lo que hizo ayer en Zaragoza, poner las banderillas por el izquierdo. Y lo miró un tuerto. Tragó quina ante el segundo, que de un gañafón le rasgó la taleguilla por el glúteo, y el cuarto decidió no ponérselo fácil. Urdániz pasó dos veces en falso, se escuchó algún pito del respetable y el torero, con su segundo hijo nacido hace 20 días, decidió tirar de bragueta y cuadrarse ante el de Sobral que le esperó y le pegó una cornada de 20 cm. que llegó desde el escroto hasta el ombligo. Detalle de torero. De no dejarse ganar la partida. De épocas antiguas, podía haber puesto una y abrirse, pero no, se cuadró y se fue para el hule, pero en torero, algo difícil de explicar y que sólo se entiende si se lleva la Fiesta dentro.
Tras el percance, el banderillero pudo alcanzar el burladero a duras penas, donde se mareó y casi perdió el conocimiento. Sus compañeros lo llevaron en volandas hasta la enfermería para que el equipo médico del doctor Val-Carreres hiciese su trabajo. Allí le operaron y después lo trasladaron a la habitación 418 de la clínica Quirón de Zaragoza, donde ha pasado la noche amargamente entre calmantes y dolores, maldiciendo el percance que le impedía torear hoy en Vic-Fezensac a las órdenes de Raúl Velasco y deseando vestirse nuevamente de torero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario