domingo, 8 de mayo de 2016

Carta a Rodolfo Rodríguez "El Pana"

Debo reconocer que desde que supe de su grave percance he seguido con interés las noticias sobre su estado de salud, albergando, en un principio, la esperanza de que pudiera salvar su vida y ahora ya asumiendo que las consecuencias de esa desafortunada voltereta en la plaza de toros de Ciudad Lerdo, en el estado de Durango, traerán consigo la inmovilidad de sus extremidades del cuello hacia abajo, aunque podrá hablar y comunicarse con los demás.
El toro se llamaba “Pan Francés” y era de la ganadería de Guanamé, del que dio cuenta Jesús Sotomayor, el cual, a pesar de cortar tres orejas, en un gesto torero no quiso salir a hombros por respeto al compañero herido que en esos momentos se debatía entre la vida y la muerte.

Siempre dijo que quería morir en la plaza, como Manolete, pero el final para su carrera ha llegado de la manera más imprevista, si bien es cierto que las caídas al abismo no son nuevas para Ud. como tampoco las remontadas a la heroica hasta ver de nuevo la luz, aunque se va sin haber conseguido confirmar en Madrid, que era su ilusión. Así somos.
En su vida como torero no lo ha tenido fácil, pero siempre ha sobrevivido haciendo gala de la máxima de que “hay que doblegar al mundo sin que te imponga las normas”, lo que le ha hecho vivir en el límite, disfrutar de la gloria y aprender de los fracasos como nadie, transportando su filosofía de vida al ruedo de la plaza de toros, pues El Pana, como le gustaba dirigirse a sí mismo, y sus circunstancias envolvían al toreo con aires de libertad.
Yo pude cruzar algunas palabras con Ud un día de septiembre de 2014 que toreó un festival en Ateca, en la provincia de Zaragoza, y le recuerdo con su puro en la boca, sus sienes plateadas que resaltaban más su morenez campera y, al cuello, un pañuelo amarillo antisupersticiones. Introvertido por la mañana en las distancias cortas como Rodolfo Rodríguez, se convirtió en un vendaval por la tarde cuando se transformó en El Pana. Ataviado con el vestido charro y el sarape multicolor que le regaló la Peña Taurina Asoleada de Saltillo, en Méjico, desgranó un toreo único, irrepetible e inclasificable en los cánones artísticos de la actualidad, pero lleno de inspiración, romanticismo y belleza.
Desde su propia conformación como ser humano, su vida ha sido una constante paradoja, pues incluso cuando se iba a retirar en la Monumental de Méjico en 2007 tuvo que quedarse en la profesión al cuajar a un toro de nombre “Rey Mago” en una tarde donde firmaría el brindis de mayor contenido humano de la historia del toreo dedicado a las damas de tacón dorado y pico colorado, las que le dieron protección y acompañaron en su soledad.
Ahora llegó el final para los trajes de luces y las noches de bohemia. Lo importante está en otro lugar, así que Dios le bendiga, Pana Rodríguez. Mucho ánimo maestro.
(Texto difundido en el programa Clarín de RNE, de fecha 8-5-2016. Ver Clarin online. RTVE.es a la carta)



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